Todo empezó con una recomendación de una viajera que conocí en Filipinas. Kapas no estaba en mis planes de viaje. De hecho, nunca antes había oído hablar de esta pequeña mota de tierra en el Golfo de Tailandia. Será que sus hermanas mayores, las Perenthian, le roban el protagonismo. Y que así siga, y que no cambie.

Pulau Kapas fue para mi, un final de viaje perfecto. Estuve pocos días, y no fueron suficientes. Pero creo que ni mil días lo hubieran sido.

Y no voy a contar qué hacer en Kapas, cómo llegar, …. Todo esto está ya explicado.

Me quedaré con el día que regresaba caminando desde la última playa. Ya era el atardecer, y el mar empezaba a tener esos colores rosas, rojos, y azules.

De repente, vi una pequeña cabecita que salía del agua y se volvía a hundir. Oh! Una tortuga! No se me ocurría mejor plan que acabar el día nadando con una tortuga. Además no había visto ninguna en Kapas todavía, así que al agua me metí sin pensarlo.

No había nadie nadando, tenía el mar para mi y la tortuguita. Con la luz del día cada vez más tenue, iba viendo como el animalito salía y se volvía a hundir. Y yo que allí iba. Persiguiendo a la tortuga para verla debajo del agua, pero se me escapaba todo el rato! Ya era casi de noche, y debajo del agua ya era totalmente oscuro.

Así que me decidí a ir saliendo del mar. Mientras lo hacía, unos chicos propietarios del camping cercano, que llevaban un rato observando, se acercaron, y me preguntaron:

– ¿Qué estás haciendo?

– ¡Hay una tortuga y quería verla! – contesté como una niña emocionadísima.

– Lo que estás persiguiendo no es una tortuga. Es un tiburón.

Así que para mi Kapas siempre será el paraíso donde estuve persiguiendo un tiburón.

KAPAS. 2016.